Escrito por: Carolina Chávez Rodríguez 

Y es que no hay nada que incomode más a esta sociedad, que una mujer sin ánimo, ojerosa, destrozada y agotada… No solo porque no “luce bien”, sino porque no rinde. Porque no produce igual. De ahí que les “preocupe” tanto nuestra “pronta recuperación”.

Sin importar los motivos que hagan que tus pedazos estén regados por todos lados, que tus motivos no sean tan “importantes” como los del resto (porque claro, ya sabes que siempre hay alguien peor que tú y eso debería motivarte a que te muestres más amable y comprendas que lo que estás pasando es solo una etapa) y ese gran blah blah blah que te tiene oyendo podcast y libros que te lleven a pegar más rápido tus cachos, necesitas ir con calma.

Frente a ello, solo quisiera decirte, compañera. Date permiso de estar rota e irte uniendo a tu centro a tu propio ritmo, con paciencia… Con besos de sol, con logritos encantadores como conseguir ducharte, con gestos casi inocentes cuando te ves al espejo y sin decirlo, sabes o al menos intuyes de algún modo, que vas a estar bien. Júntate con tus amigotas (también rotas a su modo), un toqueteo antes de ir a dormir, sábanas limpias. A veces es suficiente triunfo pararte a hacer pipí, celebra.

No tengas prisa por sonreír si no quieres, por treparte a los tacones o por dejar de leer esos mensajes fechados en agosto del año pasado… Ve poco a poco, contémplate tan rota como inacabada, así, como los vitrales más majestuosos se componen de fragmentos y ya solo la luz es capaz de completar tanta belleza.