Escrito por: Sorelle Magazine
Sufrí de un trastorno alimenticio de los 15 años hasta mis casi 18, por casi tres años sometí a mi cuerpo a prácticas de las cuales no me siento orgullosa y de haberlo podido evitar lo hubiera hecho, no porque me avergüence de ello, si no por el daño físico como psicológico al cual me sometí.
Aún ahora años después y con kilos de diferencia sigo encajando en los estereotipos “Skinny” pero en el pasado para mí no era suficiente, quería más y me lleve al límite en un intento de lograrlo. La peor parte de eso ahora que lo veo en retrospectiva son los comentarios de conocidos; “eres bonita porque estás delgada” “A ella se le ve bonito porque es delgada”; con toda certeza puedo asegurar que eso me motivaba a continuar con mi TCA.
no lo reconocí hasta dos años después en terapia, pues yo fielmente creía que lo que hacía era darme una pequeña ayuda cuando me sentía muy llena.
No le conté a nadie que sufría de un trastorno porque ni yo misma quería aceptarlo, preferí estar cegada y creer que solo me ayudaba cuando en realidad día con día me dañaba más, incluso años después de haberlo superado me negué a contárselo a mis seres queridos o si quiera decirlo en voz alta, porque decirlo en voz alta significa aceptarlo y yo aún no estaba lista para hacerlo.
La mentira que me repetí todos los días durante tres años me la seguí repitiendo aun cuando ya no lo practicaba, pero si cada vez que recordaba esos momentos, con el fin de justificarme; “No haces nada malo, solo te ayudas” me lo repetí todos los días hasta que me lo creí.
No fue hasta un día en terapia dos años después, que en una plática surgió y fue ahí cuando la mentira que me hice creer se acabó; ese día mi psicóloga le puso nombre a lo que viví y me hizo ver la realidad y vaya que fue duro.
Me gustaría decir que deje mi trastorno porque sabía que estaba mal y que el camino a la recuperación fue lineal y color rosa, pero no lo fue y no pienso mentirte.
La realidad es que lo dejé cuando llegue a mi límite y supe en esas cuatro paredes del baño que, si no paraba ahora, nunca lo haría; y en ese momento fue que comenzó la aventura.
Comenzó una nueva etapa para mí, una en donde tuve que vencer pequeños miedos que no todo el mundo tiene y que por lo mismo no sabía con quién hablarlos, el miedo de subir de talla, el miedo de recaer, el miedo a comer (suena duro de leer yo lo sé)
Me tomó años llegar al momento en el que estoy ahora en el cual me atrevo a hablar más abiertamente, fueron pequeños pasos y tropiezos los que me trajeron a esta versión de mí que cada día tiene menos miedo y que se encuentra superando aquellos obstáculos que sí yo de 17 años nunca hubiera podido.
Aún me da miedo saber cuánto peso, pero todos los días me repito que soy más que un número, que un número en una báscula no me define; que me define lo fuerte que me siento, la energía que tengo.
Aún hay momentos en los que me encuentro contando cuántas calorías voy a ingerir, pero en esos momentos recuerdo que es comida y que así sea una hamburguesa o una ensalada mi cuerpo le sacará provecho.
Aún me da miedo recaer y a veces tengo esos instantes cuando unos jeans me aprietan o una blusa no me cierra en donde pienso qué hay una alternativa para solucionarlo, son pequeños momentos, pero sé que solo es eso; en su lugar donó esa ropa a alguien que le vaya a sacar provecho y le dé una mejor vida.
Superar un TCA no es lineal, no es color rosa y no es bonito; es un camino de tropiezos y raspones en el que la única persona que te puede ayudar eres tú mismo y tú disposición de dejar aquello que muy en el fondo sabes no es lo mejor.
Me gustaría mentirte y decirte que lo superarás de la noche a la mañana (ojalá fuera así, en mi caso no) aún tengo malos días en donde me atormenta no ser una talla, pero afortunadamente y casi cinco años después solo se quedan en eso como un mal momento, un mal día.
Por lo cual quiero decirte que no está bien pasar hambre o someterte a dietas ridículamente estrictas con el fin de encajar en una talla.
Solo son eso tallas, números y afortunadamente hay miles de esas; provocarte el vómito y sentir culpa después de comer no está bien, nadie debería de sentirse así.
El camino por recorrer será largo, pero te prometo que vale la pena.