Escrito por: Mezzy Gozo
Editado por: Giovanna Mendoza

Nunca reflexionamos en lo mucho que hemos vivido con la gente, convivimos con tanta gente por tantos años, que adquirimos hábitos de ellos, hay actos que hacemos tan naturales que nunca nos ponemos a pensar de donde nacieron ciertas peculiaridades de nosotros que incluso alguien diría que son nuestra tarjeta de presentación.

Hace poco me contactó un viejo amigo, iniciamos la charla con el típico, “Hola, ¿Cómo estás?” y después de un cordial “bien y tu” siguió un “¿Qué haces?” y contesté: “Tomando café” y me contesto un “típico de Mezzy”. Confieso que me dio mucha risa, pues es curioso que, en esta pandemia he retomado contacto con gente de mi pasado, y mi amigo es la segunda persona que sacó un “típico de Mezzy” me sorprendió que de mis 17 a mis casi 27, hay cosas que siguen siendo mi esencia, pero ¿son mías? Mi amigo de ahí sacó un comentario a lo que siguió un “tú y tus frases”, típico de Mezzy ¿no?. Mi amigo sabe que mi costumbre de decir frases no es hábito mío, fue ese gran legado que mi padre dejó en mí con sus frases domingueras y que, a fuerza de vivir casi 21 años cerca de ese bello hombre, se me pegaron dos que tres ingeniosas frases de él, pero quien conocía a mi padre, sabía que ese era su sello, sus frases, tanto icónicas como graciosas, su manía de escuchar música y ese terrible hábito de darle a la gente lo mejor de él. Esa fue su herencia para conmigo y que hoy, ahora son mi sello, tremenda ladrona.

Pero no reflexioné esto por mi padre y mi amigo, sino porque, hablando de gente de mi pasado, hay gente que podría decirse que me conoce de prácticamente una vida, y a pesar de que el tiempo hace estragos y merma en toda relación, hay un hábito que esta persona me enseñó: agregar en mi teléfono a los contactos con nombre y apellido, y lo tengo tan arraigado en mí desde que me enseñó esta práctica a mis 19 años, que es inevitable, que hoy, aunque esté distanciada de él, tengo ese hábito.

Es curioso, la gente diría que es normal que yo tenga hábitos de mi padre, es natural, era mi padre, pero la gente no vería tan común tener hábitos de mis amigos, y me puse a reflexionar ¿Cuántas cosas hacemos por inercia y que son el resultado de un pequeño legado que las personas han dejado en nosotros? Y me puse a reflexionar aún más ¿Qué legado he dejado en otras personas?

Tengo hábitos muy graciosos, que he heredado a otras personas, un ejemplo es mi prima, le heredé la forma tan peculiar de ponerme el perfume. Tal vez, en unos años, cuando sea mayor y el tiempo haga lo suyo, me recuerde con ello, espero que lo haga con cariño o que le cause gracia.

Me mata la curiosidad por saber que he dejado en cada una de las personas con las que he vivido, igual nunca lo sabré.

Es curioso, vamos por la vida desviviéndonos por regalarle a la gente cosas para que nos recuerden, para vivir en ellos. Así como el libro que me regaló mi primer amor, o el que me regaló mi padre y que firmó “una historia preciosa, para una persona preciosa” y vivimos más en esos hábitos y gustos que dejamos en esas personas.
Soy la manía de mi padre por decir frases raras, soy el gusto raro de mi madre por las cosas estampadas con flores, soy el gusto por bailar por la calle que heredé de mi abuela, soy ese controlador hábito de poner nombre y apellido en un contacto, o la rigurosa forma de ver una película que mi hermana me enseñó, o el amor por las cumbias que mi hermano y yo disfrutamos.

Somos un cúmulo de tantas personas y a la vez, somos tan nosotros, que es digno de ver, como una verdadera obra de arte.

Esta fue mi lección aprendida de este día ¿Cuál es la tuya? Te mando un fuerte abrazo, lleno de luz y mucho amor.

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