Escrito por: Noemi Vences Martínez.
Editado por: Giovanna Mendoza

Hace un par de meses, de pie frente a mi casa me encontré con una hermosa mariposa blanca, al verla me emocioné como una niña pequeña y corrí a buscar a mi madre para que la viera también, pero cuando regresamos ya no estaba, con el pasar del tiempo he visto en repetidas ocasiones una mariposa blanca.

¿Pero cuál es la importancia de verlas? ¿Es que acaso no son comunes?

Con los días y luego los meses, me di cuenta que había algo en común en todas las ocasiones en que me encontré con estas hermosas mariposas volando frente a mí, en cada uno de esos momentos, me encontraba triste, nostálgica y quizá un poco derrotada.

En cada uno de esos momentos había un vacío enorme en mi pecho, uno que antes solía llenar con una taza de café y un abrazo en particular.

Pero, ¿de dónde venían estas mariposas?

Un día, me olvidé de ellas, pensé que no se trataba más que de una enorme coincidencia, después de todo no es raro ver mariposas volando.

Seguí viéndolas y aunque siempre sentía algo calientito en el pecho al encontrarlas, la verdad deje de prestar atención. Pero ¡qué maravillosas son las redes!, porque un día, sin nada que hacer y sólo navegando en internet me encontré con algo muy particular.

“Las mariposas siempre tienen un mensaje para ti”

Al ver el artículo no pude evitar leerlo y me encontré con algo que me emociono todavía más. decía lo siguiente:

“En algunas culturas, las mariposas blancas simbolizan al verlas el alma de un ser querido que ha fallecido”

No necesité leer más, esas simples líneas me provocaron un nudo en la garganta y una sensación muy cálida en el pecho, ahora para mí, todo cobraba sentido.

Las mariposas comenzaron a aparecer hace algunos meses, ¿cómo no me había dado cuenta?

La primera vez que vi una mariposa habían pasado solo tres meses desde que mi abuela falleció, y mi abuela para mi era uno de los más grandes amores y pilares de mi vida, mi abuela era mi cómplice, mi mejor amiga y mi lugar seguro.

Mi abuela era esa persona a la que yo corría siempre que las cosas parecían ir bastante mal, me tomaba una taza de café con ella, le contaba mis problemas, ella me daba algún consejo pero lo más importante es que me abrazaba y entre sus brazos yo sentía que nada podía salir mal.

¿Cómo algo podría ir mal con esa mujer tan sabia y tan llena de amor abrazándome?

Un abrazo de mi abuela era por completo la solución a todos mis problemas, cuando cerró los ojos por última vez y se llevó con ella sus abrazos y su consuelo, las tazas de café dejaron de saberme igual y dejé de tener un abrazo al que correr.

Fue ahí, en ese momento, cuando más extrañé sus brazos, incluso más que a la primera mariposa que apareció.

Y hoy lo entiendo, esas mariposas que son inmensamente hermosas, que vuelan libres en el cielo no son más que mi abuela cuidando de mí, ¿cómo? no tengo idea, pero el solo pensamiento de que al verlas de alguna forma sé que mi abuela cuida de mí y me abraza es el más grande abrazo que la vida y ella pueden darme.

¿La extrañó?

Todos los días, todas las noches y todo el tiempo.

Quizá ver las mariposas blancas no sea nunca lo mismo que tenerla conmigo, pero al verlas puedo recordar sus brazos, su amor y como era cuando la tenía y puedo agradecer por que los 23 años que fue mi abuela, fueron los mejores 23 años con ella. No puedo pedir más cuando me amo tan profundamente.

Hoy veo las mariposas y me lleno de esperanza, igual que cuando ella estaba aquí, sé que con ella cuidando de mí, nada puede salir mal.

Y también sé que no importa cuanto tiempo pase, ni cuántas vidas tengamos que pasar, estoy segura que mi abuela y yo nos vamos a volver a encontrar.

Hoy te invito a que observes a tu alrededor, quizá tú como yo, tienes a una mariposa blanca cuidando de ti.

Cuando la veas, no llores, sonríe, nada puede salir mal.