Escrito por: Naomi Vences
Soñar, tener metas que casi parecen imposibles de alcanzar y plantearnos una y un millón de ilusiones forma parte de nuestra naturaleza, ¿pero qué tan valientes somos para de verdad luchar por nuestros sueños? ¿Qué tan fácil es quedarnos en nuestra zona de confort? Calientitos, cómodos y sin nada que nos perturbe. Yo diría que mucho.
Con 24 años y a menos de 4 meses de cumplir los 25, las dudas son ya parte de mi rutina diaria: ¿lo estoy haciendo bien? ¿debería rendirme? ¿Estaré siendo muy terca? ¿lo hago tan mal? ¿qué más puedo hacer? ¿Es este mi verdadero camino? ¿y si no estoy viendo lo importante de verdad?
Estas y muchas más preguntas como estás flotan diario en mi cabeza.
Y es que no es fácil, sin lugar a dudas, soñar, tener metas y luchar por alcanzarlas es una tarea verdaderamente difícil y no por lo imposible que parezcan o lo lejanas que nos puedan parecer. No señor.
Lo difícil, según yo es el tiempo y querer luchar contra él, con 17-18 años nos ponen a elegir que es lo que queremos hacer el resto de nuestras vidas, tengo 24 y todavía me cuesta escoger mi comida en un restaurante, ahora escoger mi futuro entero a los 18 me parece terrible.
Pero una vez tomada la decisión sea correcta o no, pasamos tres, cuatro incluso más años preparándonos para este futuro, para especializarnos, conocer lo que se viene y luego, volar y trabajar en ello, pero ¿qué pasa si no tomaste la decisión correcta?
¿Qué pasa si solo tomamos una decisión para complacer a los demás pero no para luchar por lo que verdaderamente queremos hacer?
A mis 24 años, la duda todavía me abruma a ratos.
En mi caso, a los 17 aún sabiendo que quería dedicar mi vida a los libros, a leerlos y escribirlos, decidí estudiar psicología solo para complacer a todo el mundo a mi alrededor, escogí hacer feliz a todos menos a mí.
Al terminar la carrera a los 21 me sentía terriblemente miserable, exhausta y una farsante.
Me pasé medio año deprimida por la frustración que me abrumaba, no tenía ni idea de cómo retomar el camino para luchar por lo que realmente quería, estaba tan mal que ni siquiera recordaba que era con lo que soñaba.
Hice mis sueños tan chiquitos que los olvidé por completo, ya no sabía ni quién era yo, pero cuando una se pasa media vida complaciendo al resto, es lo que pasa.
La otra mitad del año, me la pase saltando de trabajo en trabajo, de proyecto en proyecto, meditando, buscando respuestas hasta en las piedras, hasta que finalmente leyendo lo recordé.
De repente, al encontrarme inmersa en las páginas de un libro, recordé lo que tanto anhelaba, escribir, vivir por y para los libros.
Pero recordarlo y reconocerlo era solo el primer paso, ahora la pregunta inmediata, era ¿cómo lograrlo?
A los 23 me sentía terriblemente grande, vieja, creía que llegaba demasiado tarde, que el tiempo se me había pasado sentada en el sillón, hoy que me paso media vida escribiendo y la otra creando contenido sobre libros, y trabajando para ganar un poquito más de dinero, todavía hay momentos en lo que siento que la vida se me está pasando conmigo sentada en el sillón.
Por ratos quiero renunciar, ¿qué de bueno tiene luchar por mis sueños? ¿Qué lo hace tan especial? Cuando siendo psicóloga, trabajando para alguien más y viviendo lo mejor que puedo estoy cómoda, ¿por qué someterme al estrés de no saber si lo voy a lograr?
A veces de verdad quiero renunciar, estar en mi zona de confort es cómodo, cálido y para nada aterrador, ya se lo peor y lo mejor que puede pasar, luchar por mis sueños, en cambio es incierto y aterrador, hay tantas cosas que pueden salir bien y otras miles que pueden salir mal.
Pero la gran mayoría de las veces (o al menos eso es lo que me digo a mi misma), decido que no quiero conformarme, que no estoy compitiendo con nadie y que no estoy compitiendo contra el tiempo, que las cosas llegan, más tarde o más temprano pero siempre llegan y que luchar por ellas vale la pena.
En esos momentos suelo escuchar The Climb de Miley y recordar que la cima o la meta no son la mejor parte, que la mejor parte es el camino para lograrlos pero ay, es que el camino es largo y atropellado.
¿Te da miedo no lograrlo pero al mismo tiempo también temes lograrlo? No te preocupes, yo también.
Esto no es una carta motivadora para que luches por tus sueños, no estoy tratando de motivarte, lo que quiero decirte es que no estás solo o sola, que como tú, yo y estoy segura que miles de personas fuera de estás páginas están aterradas.
Pero lo que si quiero decirte, es que todavía no lo logró, que cada día sigo luchando, y que el camino como dice Miley aún si es atropellado vale la pena.
A los 23 decidí escribir y aunque todavía no soy publicada en físico por alguna editorial, en una plataforma popular una de mis historias ya pasa de las 1,400 lecturas y para mí que pensaba que solo me leería mi mamá y mis amigas, la verdad 1000 lecturas me parecen un millón, y como tal las agradezco y las celebro.
No te voy a decir, anda, ¡atrévete!
No puedo, sería muy falso y lo mismo que te dice todo el mundo.
Yo te diré algo diferente: el éxito no son números, no son cantidades ni likes, el éxito es simple y llanamente ser feliz.
¿Quieres ser exitoso? Entonces se feliz.
Si el trabajo que tienes no te hace feliz, nunca serás exitoso, pero en cambio aunque no ganes el mismo sueldo, pero decides trabajar en aquello que amas y verdaderamente te hace feliz, te aseguro que el éxito vendrá por sí solo.
Te prometo que si eres feliz, de repente te verás en el espejo y te darás cuenta que lo tienes todo, éxito, amor, tranquilidad y sobre todo felicidad.
¿Te da miedo? A mi también.
Pero intentalo, vale la pena.
Todavía no he llegado a la cima, pero te prometo que estoy disfrutando la subida.