Escrito por: Mezzy Gozo

Control… me gusta esa palabra, control.

Hace unos meses un amigo me paso un libro llamado “Las cinco heridas del alma” cada herida tiene una máscara, puedes tener varias heridas, pero existirá una que es la que creará la máscara idónea para ocultar todo aquello que nos agobia, mortifica y nos impide estar en armonía. La autora dice que, en esencia, las máscaras no son del todo malas, pues nacieron de la necesidad de poder sobrellevar ese dolor, ser ese apoyo para tratar de vivir la vida lo más plena posible, pero al final, debes liberarte de ella. Nada es pleno detrás de una barrera. 

Descubrí, como no queriendo la cosa, que poseo herida de traición y que mi máscara es nada más y nada menos que el control. Adoro el control, por eso mi idea de un regalo ideal es una agenda, apunto todo desde los 13 años. Se dice que la herida la provoca la vía paterna, curioso porque yo adoro a mi padre, nunca me sentí traicionada por él, algo debe existir en mi pasado que empezó hacerme daño, y en mi amor aún no lo veo, seguimos trabajando en ello, posiblemente buscar el origen ahora ya no es tan necesario como aliviar la situación. 

Como buena controladora, odio ser controlada, ni cuidada, ni protegida… y a veces, ni amada. Curioso, ¿no? Quienes me conocen, personalmente, saben que soy amorosa hasta el hecho de dar mi vida por los demás, cayendo muchas veces en una, y lo digo de manera objetiva, absurda y tonta abnegación. La idea de estar para los demás me permite ser yo la que determine los parámetros en los que se va a llevar una relación. En mi nobleza, también existe el ego, controlo, para que nadie atraviese esa barrera. Por ello, me di cuenta de que no puedo tener una pareja. Significaría ceder parte de mi integridad, defensa y estabilidad a alguien, darle cabida a que se sume a esa serie de cosas que tiene uno por dentro, fundiéndose en lo más profundo de lo que llamamos lazo, no por nada el zorro del principito lo llama “domesticar” y como lo explica el, “domesticar significa crear lazos, si me domésticas, nos necesitaremos el uno al otro, serás único en el mundo para , y yo seré único en el mundo para ti”.

¿Ven? Posiblemente, amar es ceder un poco el control, confiando en que, la otra persona, teniendo la capacidad de herirte, no lo hace. 

Pero me salí un poco de contexto, retomemos. 

¿Por qué me nació hablar del control? Porque el control nace del deseo de la perfección. Querer que todo salga conforme a lo espectado

¡Ah! Las expectativas, esas desgraciadas que hacen que te duela más la caída. A pesar, de que, en la gran mayoría del tiempo, vivo sin ellas, no significa que viva libre de ellas. Pero ese es tema para otro día. 

Me dio insomnio, así que me puse a ver una película, ya saben que aquí en este su humilde blog, somos parcialmente cinéfilos. Me puse a ver  “Tron, el legado” (Tron legacy para los más inventados, aquí hay pa’todos) la verdad es que esta película me gusta mucho, cuando salió fue una parcial revolución de cómo se desenvolverían muchas cosas a nivel cine, fue muy buena, desde los diseños, los efectos, la fotografía, la música, y ahora, aunque ahí , con un intento algo precario pero bien intencionado, buscaba mediante la historia, crear una muy buena filosofía, infiero pretendía desplegar una manera de ver la vida como otras sagas lo han hecho (Star Wars, El señor de los anillos) pero la filosofía de este universo (Tron) no es a primer instancia digerible ni detectable, es imperceptible a simple vista, requiere una visión bastante trabajada, y, de haber sido más alcanzable, hubiera sido un hitazo. ¿Porque lo digo? Te lo explicaré.

Tron nos muestra a Kevin Flynn, un programador que desea ir más allá de las fronteras establecidas, más allá de la limitación que la naturaleza humana nos impone, por ello, el busca esa “divinidad” en “la red” donde incluso el, es “el creador”, todo fue creado a su propia visión, pero… cuando haces las cosas a tu propia visión, bueno… a veces nuestra propia visión no es el mejor referente

Para este propósito crea a Clu, un programa nacido a partir de su propia visión, un reflejo propio de lo que él veía como “perfección”, a lo cual, nuestro querido programa, al ser el reflejo de una visión limitada (y lastimada, recordemos que Kevin era viudo) empieza a … correcto… CONTROLAR. 

Tras un golpe de estado, Kevin vive en el aislamiento total, no teniendo más opción que vivir un proceso de autoconocimiento, y emprendió un viaje que denomino (de una manera muy bella) “restarse a mismo de la ecuación”. El amor desinteresado, si existe, pero es de un lugar bastante trabajado, cediendo parte del control, fluyendo con las situaciones, donde, cuando se amerita, se resta de la ecuación, antes no, pues entiende que muchas veces, no hacer nada ya es hacer algo, y no por abnegación, sino que hay pasos que requieren y merecen reflexión, quien da un paso en falso, está obligado a dar dos, quien da un paso firme, avanza dos. Al final, Kevin, de una manera bastante metafórica, tiene que enfrentar esa herida y reflejo que tanto lo agobió y martirizo durante esos años, luchando con Clu y citando una frase bastante memorable “Cuando te creé, no entendía que la perfección es un concepto indefinible”.  No podría ser más conciso. Tuvo que trabajar su mente, para poder entender su espíritu, trabajo su espíritu para entender su mente y así, sanar esa herida. 

Quien controla la mente, controla el mundo, ya lo dijo Khaliman, y cada cabeza es un mundo, ya lo dijo un dicho. Quien se controla a mismo, se transforma, pero hay que hacerlo desde el enfoque adecuado. 

Pero bueno mis queridos y queridas chicxs, creo que me extendí demasiado.

Espero hayan disfrutado divagar un ratito conmigo.