Escrito por: Giovanna Mendoza
Navegar los veintes puede llegar a ser estresante, incluso cansado; el trabajo, los pagos pendientes, las declaraciones anuales de impuestos… A veces pueden sentirse muy abrumadoras, es fácil dejar de lado las cosas simples y se nos olvida lo bien que se siente generar dopamina y serotonina. Estar con amigos, reír, escuchar a nuestra banda favorita, comer en familia, cocinar, dar un concierto mientras hacemos el aseo, ganar en el uno o el monopoly, comer rico, salir a correr, o a caminar, o a pasear al perro. Estas son cosas simples, cosas cotidianas que muchas veces damos por hecho, las hacemos rápidamente, queriendo pasar a lo siguiente, porque ya se nos hizo tarde o hay algo más “importante” que debe hacerse después.
Este mes fuí con una amiga de toda la vida a un evento de una de mis bandas favoritas de cuando era adolescente, pero que actualmente ya no hace más música. Como la música marca generaciones, todos ahí teníamos más o menos la misma edad, todos en nuestros veintes, todos sintiéndonos un poquito raros (e incluso tontos al principio) porque esa era música que nos gustaba cuando éramos más niños, no ahora que se supone que somos adultos. Pero una vez que dejamos atrás la vergüenza inicial, nos encontramos rodeadas de personas que vivieron y disfrutaron lo mismo que nosotras en el 2012. Personas que al igual que nosotras solo estaban buscando pasar un buen momento y revivir esos buenos momentos que la música les dio en el pasado. Terminamos riendo y cantando en grupo, hablando de recuerdos del pasado cargados de nostalgia, alegría y también tristeza. Momentos que ahora nos dan cringe y sin embargo continúan siendo parte de nosotros sin importar cuando hayamos cambiado desde entonces; versiones nuestras antes de la influencia y la sobreexposición al internet, recordamos a nuestro inner child o niño interior y que era lo que le hacía feliz y por ende que hace feliz a nuestro yo actual también.
Una de las teorías para el psicoanálisis de la personalidad humana más famosas de Freud es la de “El ello, el yo y el superyó” esta teoría básicamente habla sobre tres fuerzas o procesos preexistentes dentro de la psique de una persona que están siempre en constante lucha, y que también rigen el comportamiento y la toma de decisiones. Ahora, quiero aclarar que no soy ninguna especialista del psicoanálisis ni mucho menos, solo que el leer sobre esta teoría me recordó a esto de cierta forma.
Según Freud, el ello busca el placer inmediato sin importar las consecuencias, el yo está más enfocado hacia el exterior, nos lleva a pensar más en las consecuencias de nuestros actos encargándose de que el ello no tome el control total; y finalmente el superyó surge como una consecuencia de la socialización, comprende y se encarga de seguir las reglas morales y busca encaminar a la personalidad lo más cerca posible a la idea preconcebida de perfección.
Todo eso me hizo darme cuenta de la importancia de reconectar con nuestras versiones anteriores, nuestros yos más jóvenes, más inmaduros y en ciertos aspectos, más genuinos. En términos de Freud, conectar con nuestros yos más inconscientes, esos a los que muchas veces buscamos suprimir con el superyó como excusa. Y caí en cuenta de que los veintes son también una etapa para reconectar con todo eso que dejamos de hacer por que ya no estaba de moda, o nos daba pena que descubrieran que nos gustaba, o simplemente dejamos de hacer por que ya nos sentíamos demasiado grandes para seguir haciéndolo, aunque por dentro quisiéramos que no fuera verdad, el crecer y tener que dejar todo eso atrás. Encontrar el balance entre el ello, el yo y el superyó, descubrir qué era lo que nos hacía sencillamente felices y el por qué lo dejamos de hacer, para así encontrar un balance en todo lo que alguna vez no conformó y nos conforma. Creo que hay que conectar con todos los yos para crear por primera vez un superyó bajo nuestras propias condiciones, códigos morales, gustos y deseos, pero sobre todo bajo nuestros propios términos, ya no bajo los de alguien más.
Porque somos algo ¿no lo creen?, en nuestros rugientes y salvajes veintes, cruzando puentes y tirando monedas en las fuentes.