Escrito por: Karime Rios
Editado por: Giovanna Mendoza
Pido perdón, porque fui indiferente a las chicas acosadas en el transporte público; hasta que fui tocada de manera inapropiada.
Pido perdón, porque señalaba como “ramera” a cualquier mujer que ejercía los derechos que posee sobre su propio cuerpo; hasta que mis amigas más queridas fueron humilladas por hacerlo.
Pido perdón, porque tachaba a las feministas de “alborotadoras”, y las juzgaba por no usar los métodos correctos, mientras yo sólo observaba sentada.
Pido perdón, porque usaba la frase “pégame, pero no me dejes” entre risas; hasta que una relación abusiva casi me cuesta la vida.
Y perdono a mi ex agresor por hacerme creer que no tenía a nadie en el mundo. Lo perdono por cada grito y escupitajo, cada objeto que lanzó y rompió, cada lágrima que provocó en mí con la crueldad de sus palabras. Lo perdono por esa madrugada, en la que cubrió mi nariz y boca con sus manos y me llenó el cuerpo de hematomas con la marca de sus zapatos.
Lo perdono, aunque nunca me pidió disculpas, porque sé lo que esta sociedad ha hecho por siglos: despojar a los hombres de su sensibilidad, convirtiéndolos en máquinas; y a nosotras las mujeres, en su combustible. Lo perdono, porque yo también he fomentado creencias machistas que dañan a ambos géneros.
Sólo me resta pedirme disculpas a mí misma, a la Karime del pasado, por decirme: “Te golpeó porque eres insoportable. Tú lo provocaste, te merecías lo que hizo”; y meses después golpearme la cabeza gritándome: “Eres una cobarde, debiste denunciarlo. Si les hace lo mismo a otras chicas será tu culpa”, como si sus acciones y sus errores me pertenecieran.
Hoy la empatía me hace sentirme en paz con los que sufren y los que han causado sufrimiento, porque yo he estado entre ambos. Pero aspiro a un futuro distinto, donde no necesitemos de la violencia para tendernos la mano y secarnos las lágrimas mutuamente, un futuro donde hombres y mujeres trabajemos juntos para construir la paz.