Escrito por: Ana Lucia Villalón
Editado por: Giovanna Mendoza
Durante mi adolescencia, había escuchado hablar de la crisis de los veintes, esa etapa que aterrorizaba a los jóvenes, quienes comentaban que una vez cumpliendo los 20 años la vida se volvía más difícil, donde las horas de sueño eran pocas y las fiestas ya no eran parte de la vida juvenil. Conforme me acercaba a la edad, los jóvenes me advertían de esta etapa y con mucha más intriga me preguntaba ¿Qué es a lo que tanto le temen sobre llegar a los 20 años? ¿Qué pasará una vez que yo los cumpla? ¿También les temeré?
Un 30 de mayo se llegó el tan esperado día al que muchos le temían, había llegado al segundo piso, con mucha alegría celebré rodeada de mis padres y amigos. Pasó un día…dos días… una semana, y no sentía ningún cambio en mi, por lo que me sentía feliz por ello ¿Había esquivado la crisis de los 20s? La sorpresa llegó un mes después, cuando tuve que afrontar el primer trabajo formal y los mil currículums vitae enviados y que fueron rechazados. Cuando mamá dejó de acompañarme a realizar trámites y la primera vez que abrí mi cuenta bancaria, mi corazón parecía que se iba a salir de mi caja torácica. Y cuando menos lo esperaba, caí en la crisis de los 20, aquella etapa donde los jóvenes de esta edad se sienten incompletos acompañados de episodios de estrés, ansiedad, e incluso al borde llegar a la depresión. Cada mañana despertaba con el sentimiento de estar estancada, como si estuviera en un bucle en el tiempo del cual no podría salir jamás, donde volteaba a mi alrededor y sentía que el mundo avanzaba sin mi, otros logrando sus metas, trabajos deseados, viviendo junto al amor de su vida, y yo simplemente perdida en un mar de dudas. Otros días me sentía la persona más joven y llena de energía, sólo quería salir a comerme el mundo, todo en un solo día, como si no hubiera un mañana.
Y mientras transcurría el tiempo era inevitable sentir que me encontraba en un desierto, donde no sabía quién era realmente, ni a dónde iba, simplemente vivía entre abruptas y confusas preguntas, todas sin respuesta. La razón me encontró 4 meses antes de cumplir los 21, cuando realizar transferencias bancarias se había convertido en parte de la rutina diaria, cuando entendí que un currículo rechazado no me iba a quitar mi valor como persona, y cuando por fin pude ir a instituciones a realizar mis propios trámites sola sin sentir que iba a colapsar al momento de hablar con el gerente.
Pero ¿Cómo afrontar la crisis de los 20?
Ahora, a mis 22 años, miró hacia atrás y veo que lo me parecía una tormenta que jamás terminaría, ahora estoy fluyendo tranquilamente en mi nueva vida. Si bien es cierto que en esta nueva etapa existen cambios algo extremos entre la edad adolescente y la edad adulta, es por eso que, aquí te dejo algunos consejos que pueden servirte durante una crisis como esta.
Enfoca un poco de energía en ti mismo. La mejor manera de enfrentar esta etapa es darte todo el tiempo para ti. Tomarte el tiempo para preguntarte qué quieres y qué emociones y sentimientos estás sintiendo, puede ser el primer paso para saber si necesitas hacer algún cambio.
Conoce tus fortalezas y debilidades, conócete a ti mismo. Conocer tus límites, tus fortalezas y debilidades permitirá que emplees un plan de acción, el cual utilizarás como parte de tu camino de la vida durante los próximos diez años, pues a los 30 esas metas y sentimientos no serán los mismos.
Conecta con amigos. La mejor manera de evitar caer en un cuadro extremo de depresión o ansiedad, es conectar con tus amigos y familiares.
Crea planes en los que te sientas cómodo/a, los veinte años es la mejor edad para experimentar y conocer cosas nuevas que te aportarán aprendizaje.
Crea nuevos proyectos personales o profesionales. Mi mayor pasión es la comunicación y el periodismo por lo que durante esta etapa decidí embarcarme en una aventura nueva dedicada a escribir notas periodísticas.
Embárcate en esos sueños que tienes en mente y conviértelos en realidad, esto te proporcionará motivaciones, pero a su vez crearás un camino lleno de aventura y crecimiento.
Y aunque a veces los nuevos comienzos suelen asustarnos, causarnos ansiedad e incluso pueden llegar a detener nuestros sueños más preciados; el comienzo siempre es una nueva oportunidad de aprender y construir la mejor versión de ti.
Fluir con el cambio y aceptarlo es construir un escalón más para llegar a tus metas.
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