Escrito por: Samantha Crisanto (Arcana)
Editado por: Giovanna Mendoza
Esta aseveración es muy fácil de llevar a cabo con relación a los sentimientos optimistas y felices que nos hacen sonreír en un día soleado y arreglarnos para enfrentar el nuevo día. Pero la frase “los sentimientos merecen sentirse” incluye a todos los sentimientos, incluso los que nos dejan tirados en el suelo sin querer levantarnos, bañarnos o comer, esos sentimientos también merecen ser sentidos.
El año pasado enfrenté una ruptura que, como su nombre lo indica, me rompió. Fue una situación complicada y el mundo de emociones que se desató en mí me consumía día a día; no le veía fin a mi sufrimiento y mis lágrimas parecían ligadas al océano infinito de las emociones, pues fluían sin manera de cerrar la llave. La inmensa rabia que sentía, sabía que provenía de la inconmensurable tristeza que sentía mi corazón; la parte consciente de mi cerebro me repetía constantemente “Esto solo es un proceso, esto también pasará” de algún modo en mi ser sabía que debía permitirme sentir, sentir la incomodidad, sentir el llanto, sentir el dolor; aceptarlo, abrazarlo y solo seguir, sin fingir, solo vivir, con tristeza pero viva.
Lloraba los sábados, los domingos, los lunes, los martes, los miércoles; el jueves lloraba menos, el viernes casi no lloraba y se repetía el proceso, el sábado era el día más fuerte, y el domingo ya no podía levantarme. Sucedieron varías cosas en ese proceso:
- Si busco una razón para llorar, encuentro muchísimas. Con depresión, si busco una razón para sonreír, por alguna razón aún así termino llorando, entonces lo que aprendí a hacer fue no concentrarme con una o la otra, no buscaba sonreír, tampoco evitaba llorar, si necesitaba llorar lo hacía y ya, no reprimía nada.
- Me abrí al arte, encontré música nueva que de algún modo me acompañó en el proceso, música maravillosa, que no me hacía carcajearme pero me llenaba de esperanza ante un nuevo día.
- Me permití una conexión espiritual, no soy religiosa pero, así como en mis alegrías, en esos momentos de genuino dolor me sentí cerca de Dios. Si, había momentos donde frustrada me preguntaba por qué no me quitaba ese dolor, pero siempre se mantuvo en mi esa llamita de esperanza, de fé.
- Negocié conmigo la posibilidad de cambiar de residencia, solo para alejarme de esa persona, me encontré reorganizando mi existencia. De pronto, tenía tantas ocupaciones que en el día ya no contaba con tiempo para llorar, ahora solo eran las noches. Pero ya era un avance.
Así, paso a paso, seguí avanzando, no fue de un día para otro, han sido meses en este proceso, y estoy a tres meses de cumplir un año en ello. Pero aprendí a ser amable conmigo, a no forzarme a hacer o sentir algo que no está ahí. Mis personas de apoyo han sido parte fundamental de este proceso, han estado ahí en mis crisis, y aunque sé que las he preocupado en varías ocasiones ahí han estado conteniendo mis crisis.
Así que, tú que me estas leyendo, no tengas miedo, ese llanto que tienes entre tus ojos y garganta, déjalo salir, empapa la almohada y grita si necesitas gritar. Es importante liberar todas esas emociones no procesadas para dejar campo libre a todas las maravillosas experiencias que están por venir.
Aprendemos de todo, todo. Por eso todos los sentimientos merecen sentirse.
Muchísimas gracias por leerme.