Escrito por: Alejandra Escutia

En 1967, el teórico literario Roland Barthes publicó un texto que sería citado, explicado, mal interpretado y mal utilizado en los años siguientes: La muerte del autor. En él, menciona que es posible “matar” metafóricamente al autor de una obra con propósitos de análisis e interpretación. Es decir, es posible eliminar momentáneamente a la figura del autor para no ser influido por sus elementos biográficos o personales durante la lectura crítica de su texto. Uno de los usos erróneos de este concepto es cuando se utiliza para pretender conciliar las diferencias éticas o morales que la audiencia tiene con algún creador o artista para seguir disfrutando de su trabajo sin confrontar la incomodidad que causan sus acciones. Esto es algo que Taylor Swift parece entender perfectamente, ya que en The Tortured Poets Department ha decidido guiar a su audiencia a tratar de entender este concepto y cómo le afecta a ella, a su obra y a su público.

Desde el inicio de su carrera, la prensa, sus fans y sus detractores han dado por hecho que lo único que inspira sus canciones son sus propias experiencias de vida. Esto es en gran parte cierto, incluso ha sido confirmado por la misma Taylor en distintas ocasiones. Sin embargo, la combinación de su gran éxito y fama y la dedicación de la audiencia hacia su obra se ha traducido en críticas y percepciones que minimizan su capacidad como compositora y han priorizado nombres y personas que dejan de ser musas para convertirse en protagonistas. Cuando una mujer es musa de un artista masculino, ésta permanece como un objeto observado e idealizado por él, donde proyecta todos sus deseos sobre la página en blanco que es ella: frágil, trágica, sin personalidad ante los ojos del autor. Si un hombre (o aparentemente cualquier persona) es musa de una artista femenina, él se vuelve el protagonista y ella se vuelve la “tóxica”: obsesionada, rencorosa, despechada, incapaz de superar cualquier cosa que le haya sucedido, cursi, infantil. Más si esa artista es Taylor Swift. Es entonces que esos nombres y rostros predominan las discusiones respecto al arte de la autora, dejando de lado casi por completo su gran habilidad creativa. También se traduce en constantes invasiones a su privacidad, límites cruzados por el público, especulaciones, diagnósticos médicos e incluso psiquiátricos, etcétera.

Entonces, en The Tortured Poets Department, Taylor hace explícito el daño que le ha causado el escrutinio constante sobre su vida debido a su obra. Por ejemplo, en “How Did It End?”, ella presenta la forma en la que el público responde a sus rupturas. En esta canción se representa a la audiencia como más interesada en conocer los detalles de la historia, el chisme y el drama de sus relaciones que en su bienestar. En “I Can Do It With a Broken Heart”, explica cómo a pesar de estar sufriendo logró presentar uno de los tours más exitosos en la historia, respondiendo a las demandas del público que constantemente exige más.

De igual manera, en “Who’s Afraid of Little Old Me?”, Taylor hace referencia a las críticas que recibe por escribir canciones tristes y al hecho de que ésto ha ocasionado que se le perciba como alguien que se muestra constantemente en el papel de víctima. Sin embargo, algo que resalta en este álbum más que en los anteriores es el humor del que ella es capaz, echando mano del sarcasmo y la ironía. Uno de los versos en esta misma canción es prueba de ello, cuando se burla de cómo otros la perciben como alguien que “pone narcóticos en sus canciones” para hacer que la sigan escuchando. Otra de las canciones en dónde muestra esta burla hacia el público que no deja de entrometerse en su vida personal es “But Daddy, I Love Him”, donde hace chistes sobre estar embarazada para después negarlo y revelar que lo dijo sólo para provocar una reacción por parte de quien la escucha. Es aquí también donde declara que prefiere arruinar su vida antes que seguir escuchando todas las molestas quejas de personas externas.

Después de 30 canciones donde habla de tristeza, soledad, la carga de la fama, pensamientos suicidas, llanto, drogas y su fe intacta en el amor, para cerrar ambas partes del álbum, Taylor cuenta en “The Manuscript” que, si bien sus canciones son un registro de sus vivencias, la historia ha dejado de ser suya. Esto se refiere a la experiencia de contarle al mundo lo que ha sucedido para que cada quien saque sus propias conclusiones, aún sabiendo que su imagen será explotada, manipulada, difamada, diagnosticada y criticada por todos los que reciban su manuscrito, sin importar si estos comentarios son bien o mal intencionados. Lo que importa es que Taylor está consciente de que, en el momento en que ella suelta sus creaciones por el mundo, todo está sujeto a interpretaciones que no puede controlar. Nosotros como público torturamos a la poeta para que nos dé más municiones con las cuales podemos matarla metafóricamente (o no), y la incomodidad que ha causado este álbum es porque nos ha puesto frente al espejo de nuestras acciones. Como lo menciona en “Cassandra”, ella nos ha advertido. Nos toca a nosotros decidir si la tomamos en serio o no.

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