Escrito por: Juliette Martínez
Nadie muere de un corazón roto, nadie muere de amor, pero si se muere un poco de ti cada día que te ves al espejo y no encuentras a la persona que eras antes de la batalla. Nadie muere de amor, pero si cada vez que ves tu cuerpo y el cómo se va marchitando y muriendo lentamente, el percatarte que tus pantalones y el cómo dejan un gran espacio a los costados o la manera en la que tus blusas o camisas ya no se adecuan a tu cuerpo por la nula capacidad que tienes para probar bocado o las náuseas que sientes cada vez que el platillo cae a tu estómago. Las lágrimas caen e imploras a cualquier ser supremo que te ayude a sacar ese dolor de tu ser, le ruegas que esto se acabe pronto, pero la ayuda aún no ha arribado al barco.
Llega un punto en el que te sientes valiente para continuar. Han pasado días, semanas de insomnio y asfixia por bombardearte de recuerdos tatuados en tu memoria, imploras que vuelvan, aunque únicamente volverán en tu memoria y se reproducían una y otra vez.
Mueres un poco cada vez que no encuentras la sonrisa y el brillo en tus ojos que siempre la han caracterizado. Se perece un poco cada vez que encuentras las palabras que le dedicabas en tu cuaderno especial, de aquellas que solamente tú leíste, pero jamás le dijiste; tu corazón se estruja cada vez que reproduces los mensajes de voz donde tanto aclamaba que te amaba, donde pronunciaba los planes de tener una casa enorme con seres pequeños corriendo alrededor del jardín o la boda que se festejaría en un atardecer de octubre del 2023. Doloroso ¿cierto? pero no te tortures, aunque es difícil no hacerlo porque cada uno de ellos es una puñalada en el corazón porque viven en ti, te marcaron y te ilusionaron a compartir tu futuro con esa persona, sin embargo, el hubiera no existe y en esta y en otras vidas jamás sería diferente, hubiera sucedido exactamente lo mismo.
El corazón se rompe, se quiebra, pierde el bombeo y el latido que hace que te sientas vivo cada segundo. Sientes que has perdido cada pieza de tu ser, de tu corazón en un vacío al que jamás podrás ir porque esas partes fueron de la persona que ya no serás.
“Quiero ser el mismo”, nos decimos una y otra vez, pero la verdad es que ya no podrás ser el mismo después de perderte; las piezas de tu corazón están esparcidas, pérdidas y rotas, pero no te desesperes, poco a poco se irán reintegrando y te darás cuenta cuáles son las que deben de pulirse, cortarse o las que se deben mantener y reforzarse para integrarlas de nuevo al largo y sinuoso camino de la vida.
“El tiempo lo cura todo” es una frase cuestionable y podría decir que casi innegable porque lo que cura no son los días, las semanas o los años que pasan sino lo que haces con él. Conecta con aquellas actividades que solamente son tuyas y de nadie más o busca unas nuevas, acomoda ese cajón que pospones una y otra vez, escucha la música o las canciones que te hacen vibrar, pero no busques las que denominaron como suyas ni vayas a los lugares que frecuentaban o por lo menos no en este momento del duelo. Poco a poco encontrarás ese preciso momento de resignificar esa primera canción que bailaron juntos o se dedicaron o ese lugar en donde se dieron su primer beso o en el que se juraron amor eterno; no puedes vivir todo el tiempo martirizándote y prohibiendote pasar por aquellos lugares especiales, cuando menos lo esperes dejaran de doler.
Habrá momentos de duda, habrá momentos en los que quieras mandarle aquel pensamiento que ha estado rondando en tu cabeza día y noche, aquella duda que carcome tu mente una y otra vez, pero debo decirte que no es una buena opción porque el mardarlo será una tortura y a la vez un ansiolítico para tu propia paz, sin embargo, su respuesta (si es que llega a contestar) será la tortura máxima, será “casualmente cruel en el nombre de ser honesto” y tú terminarás más rota que antes.
Siente tu tristeza, impregnate de ella, llora las lágrimas que alguna vez reprimiste por no querer verte débil, vive tu duelo, está bien no estar bien. Escucha esas canciones de despecho y desamor una y otra vez si es necesario, cantalas a todo pulmón; escribe lo
que sientes, ten esos momentos de soledad viendo la película que reconforta a tu corazón en aquellos días de tristeza, lee ese libro que siempre habías querido, pero que
posponías porque “no tenías tiempo”.
Cuando piensas que ya no puedes seguir, cuando piensas que ya no puedes más, llegan almas salvadoras a tomar tu mano y a decirte “no te dejaremos”. Mis amigos me salvaron de tantas maneras: me vieron en mi estado más vulnerable, más repetitivo por hablar siempre de lo mismo, pero crearon un círculo de contención en donde me hicieron sentir que no estaba sola en mi dolor.
¿Duele una ruptura? Sí, sientes que alma y el corazón se rompe, las manías se quedan impregnadas en tu ser, sus modismos se vuelven más presentes que antes, el querer regresar se convierte una idea frecuente, pero llega un momento en el que todo sea un bonito recuerdo, en el que ya no duela más, en el que no lo maldigas y sean buenos amigos o esté totalmente fuera de tu vida.
Es díficil retomar el hilo, de sentir de nuevo, pero puedo decirte que no te prives de sentir amor, no te prohibas sentir y experimentar aquella bonita sensación de estar en el paraíso mismo, de sentir aquel sonrojo cuando te dedican palabras bonitas o te regalan aquel objeto que dijiste en alguna conversación.
Nadie muere de amor, aunque en aquel momento sientes que vas a desfallecer no vas a morir porque, al final de todo, sí vuelves a florecer.
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