Escrito por: Anais Barrera

En la travesía de la vida, todos cometemos errores. Son inevitables, intrínsecos a nuestra naturaleza humana. Sin embargo, a menudo nos cuesta aceptar y perdonar nuestros propios errores, especialmente cuando miramos hacia atrás y reflexionamos sobre nuestras acciones pasadas. Pero, ¿y si en lugar de lamentarnos por nuestros errores, los abrazáramos como parte integral de nuestro viaje hacia la autenticidad y el crecimiento?
Es fácil caer en la trampa de la autocrítica implacable, especialmente cuando recordamos decisiones que tomamos en el pasado que ahora consideramos equivocadas. Nos torturamos con pensamientos del tipo “¿cómo pude hacer eso?” o “debería haber sabido mejor”. Sin embargo, es importante recordar que nuestra versión pasada estaba haciendo lo mejor que podía con las herramientas y el conocimiento que tenía en ese momento.
Hacer las paces con nuestra versión más joven implica cultivar la compasión y la empatía hacia nosotros mismos. Significa reconocer que, aunque cometimos errores, esos errores no nos definen como personas. Somos seres en constante evolución, y cada error es una oportunidad para aprender y crecer.
Aceptar nuestros errores también implica liberarnos del peso del arrepentimiento y la culpa. En lugar de aferrarnos a la vergüenza de nuestros errores pasados, podemos elegir verlos como lecciones valiosas que nos han llevado a donde estamos hoy. Cada error nos ha moldeado y nos ha ayudado a convertirnos en la persona que somos en este momento.
Además, al aceptar nuestros errores, abrimos la puerta a la comprensión y el perdón hacia los demás. Reconocemos que todos estamos luchando con nuestras propias batallas internas y que todos cometemos errores en el camino. Al liberarnos del juicio y la crítica hacia nosotros mismos, también podemos extender esa misma compasión hacia los demás.
Entonces, la próxima vez que te encuentres lamentándote por un error del pasado, tómate un momento para respirar profundamente y recordarte a ti misma que estás en constante evolución. Haz las paces con tu versión más joven, reconociendo que ella hizo lo mejor que pudo en ese momento. Y recuerda que tus errores no te definen; son simplemente parte de tu viaje hacia la autenticidad y el crecimiento.

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